El descanso del viajero

Llegué a Hamburgo el viernes pasado por la tarde, luego de pasar una semana recorriendo Bélgica y Holanda, una semana corriendo, viajando más rápido de lo que estoy acostumbrada, moviéndome con la mochila sin parar de un lado para el otro. Agotada, aterricé luego de pasar casi 8 horas entre escalas, vuelo, despegue y aterrizaje. Mi mochila tardo unos veinte minutos en asomarse por la cinta, y yo la esperaba ansiosa, como quien ve llegar a un viejo amigo después de pasar un tiempo sin verse.

Finalmente crucé la linea de llegada y me asomé por la puerta de salida del aeropuerto, era un día soleado sin una nube de fondo, gente esperando a amigos, parientes, clientes y pacientes, abrazos, lagrimas y sonrisas. Sin saber como, yo me volví parte de ese momento de felicidad, porque lo vi y me miro y me abrazó, después nos besamos, me dio la mano y las llaves de su casa, que es ahora mi casa en Alemania, con mi ropa en un estante y todas las cosas que usamos las mujeres tiradas por el baño, mis zapatillas en la puerta de entrada y la mochila temporalmente guardada en un cajón.

Mi semana en los países bajos fue difícil, no vi el sol un solo día, la lluvia fue casi constante, cumplí dos meses lejos de casa y de mi familia. Los paisajes que son hermosos con sol resultan un poco deprimentes con lluvia, y empecé a entender porque los países fríos son los que tienen la tasa de suicidios más alta. Y me di cuenta el clima hermoso que tenemos en Buenos Aires, ni en invierno hace frío en serio, y el sol brilla  al menos una vez por semana. El amor por mi ciudad es directamente proporcional a la distancia que me separa de ella; así como noto todas las cosas que me alejan de ella cada vez que la comparo con una ciudad europea, me acerco a ella estando lejos y le hablo de su arquitectura francesa y de sus habitantes a cualquiera que me pregunte.

Otro día de lluvia en Bruselas
Otro día de lluvia en Bruselas

A veces uno necesita parar, encontrarse nuevamente en un sitio cómodo y que permita poner todas las cosas en perspectiva, dormir con una almohada de verdad, en un colchón que no este vencido, ir al supermercado y comprar comida en serio, no sandwiches o ensaladas ya hechas, sino comida que uno necesita cocinar de verdad. Entre toda esta vida poco normal que implica vivir de viaje; saber que alguien nos espera y tener la posibilidad de tocar tierra de nuevo por unas semanas, se agradece con el alma. Y si esa persona que esta del otro lado tiene también la capacidad de hacernos felices, como no frenar un poco y disfrutar lo que el universo nos puso adelante.

Así que aprovecho mis días tirada en la cama, durmiendo hasta tarde, recorriendo la bellísima ciudad de Hamburgo muy lentamente, comiendo sano, cocinando para dos, mirando películas y series, aprovechando la vista hermosa que tengo desde un piso 12 y escribiendo un poco; y claro que haciendo planes, viendo nuevos destinos que visitar, lugares donde quedarme, y pensando en que ropa poner en la mochila y en cual dejar acá, en mi base transatlántica alemana.

3 Replies to “El descanso del viajero”

  1. Andrés Palmieri says:

    Hola!!, a veces es bueno parar para luego continuar, lo mejor para tu emprendimiento viajero, buenos caminos y las mejores de las vibras para vos!

  2. Hola, me encantaría viajar contigo, eres una chica muy apasionante y eso me gusta,… Quizás algún día, no?…

  3. Siempre estoy dispuesta a sumar viajeros a mis planes!

Deci hola! Dale, animate!