Un mes. No puedo creer que ya pasó tanto tiempo. Hace un mes estaba llegando a Madrid, emocionada, asustada, ansiosa, con ganas de todo lo que estaba esperándome. Luego iba a descubrir que todo lo que paso jamás había recorrido mi imaginación, que todo fue una sorpresa y que por suerte sigue siendo de ese modo.
Un mes de viaje y pienso en todos los meses en que no viaje porque no estaba segura, no me sentía convencida, no creía que fuera tan importante, tenía miedo. Miedo de irme y que no me guste, y volver llorando a la casa de mi vieja y también tenía miedo de que me guste, y no querer volver más a mi país, salvo de visita por un tiempo. Miedo de descubrir que la vida en la ruta era mucho mejor que la vida encerrada en una rutina haciendo un trabajo que no me gustaba.
Tan solo un mes, se pasó excesivamente rápido, aún no entiendo como puede ser que en solo cinco meses tenga un boleto de vuelta. Un boleto que un mes después de haberme ido estoy considerando seriamente cambiar para más adelante. Porque el mundo es muy grande, hay mucho para ver y no quiero apurarme. El tiempo pasa pronto y siento que me falta demasiado como para en solo cinco meses volver a ser una persona con una vida promedio. No quiero ser nunca una persona con una locura contenida, una vida rutinaria, un horario de oficina, no quiero eso para mi nunca más. Me gusta esto de conocer gente, de desmentir ese tonto inconsciente colectivo que dice que afuera esta el peligro, que la gente es mala y que el mundo es un lugar hostil, conocí de todo en este mes, muchas nacionalidades, muchas costumbres distintas a las mías, muchas formas de vestir y muchas ideologías, pero todos con ganas de ayudar al otro, de aprender, de conocer, de contar y de escuchar. Viva la diversidad cultural, dar y recibir, aprender y enseñar.
Ya no estoy en el inicio del viaje, ya llevo un mes recorriendo Europa, por ahora especialmente España, pero se que tendré todo el tiempo necesario para seguir conociendo lugares y personas increíbles. El viaje no para, es eterno, es de cada uno y para el resto del mundo es quizás incompresible. Dejé mi trabajo cómodo y eficaz, dejé mi departamento hermoso y calentito, me alejé de mi familia, de mis amigos y de mis costumbres. Todo eso para terminar a las 12 de la noche, en la casa de un valenciano que me hospeda amorosamente, escribiendo arriba de una cama, esperando que alguien además de mis padres me lea y se inspire a hacer lo que ama.
Ahora estoy en Valencia, donde pasaré finalmente mi último tiempo en España hasta volver a mediados de noviembre. ¿Qué va a pasar de acá a noviembre? ¿Dónde voy a estar? La verdad es que no tengo muchas respuestas a esos interrogantes, en mi cabeza barajo Portugal, Holanda, Bélgica y Alemania. Pero lo que pasa por mi cabeza en general no es lo que pasa en la práctica. Es tan inevitable hacer planes como que estos se desarmen en la nada, transformandose en humo.
hola! mas! queremos leer mas!