Viajar: porque la edad es lo de menos
El fin de semana me junté con una amiga que quiere viajar por un largo tiempo. La idea era que yo la aconseje sobre viajes, destinos, posibles maneras de ganar plata mientras viajas, formas de ahorrar y, básicamente, de todo lo que escribo en el blog.
Mientras barajábamos posibles rutas de viaje, en mi cabeza, ya había trazado un recorrido que iba a llevar mínimo un año. Empezar a viajar por Oceanía, pasar a Asia, de ahí a Europa y después a América del Norte.
Yo hablaba sin parar, mencionaba destinos uno atrás de otro, como vomitándolos. En ese momento, mi amiga me para y me dice: “Laura, para esa altura ya voy a tener 33 años”, el tono que uso marcaba que, en su mente, ella ya se creía muy vieja como para estar viajando a esa edad.
Mi amiga, que es super abierta de cabeza, de golpe cayó en la volteada de hacer lo que nos dicen que hay que hacer. Viajar de muy jóvenes o ya jubilados, casarnos, tener hijos, conseguir un trabajo estable que nos de seguridad cuando ya ni siquiera podamos aprovecharlo. La miro y, sin pensarlo mucho, le dije: “No, ¿quién te dijo eso?”.
Muchas veces, somos presas de lo que creemos que tenemos que hacer, o que ser. Hay que desmitificar eso de que la vida ideal es un trabajo, una casa e hijos. Para mucha gente lo es, y está perfecto. Para mí, quizás lo sea pero en otra etapa de mi vida.
Lo importante es recordar que uno tiene que hacer lo que le haga feliz sin molestar a nadie. Yo empecé a viajar “como bola sin manija” cuando tenía 27 años. Hoy, con 30, no me imagino sin viajar. Pero, quizás mañana, sienta que es momento de parar, conseguir un trabajo fijo y formar una familia.
Viajar: porque te abre la cabeza
Siempre lo digo, antes de viajar yo no era así. No era una mala persona, ni tampoco un ser odioso. Solamente, era distinta. Un poco más en “mi mundo” que en “el mundo”.
Desde que empecé este viaje, mi mentalidad cambió. Descubrí gente que me hizo distinta, desde mi punto de vista, me hizo mejor. Entendí muchas cosas de mí misma, pero también de los demás.
Empecé a moverme del resto y a convertirme en mi propio centro. Aprendí a no resignar mis sueños por nadie, solo yo sé cuanto quiero algo y cuanto puedo dar para conseguirlo.
Entendí la importancia de conocer gente de todas las culturas, para entender que no somos tan distintos. Que las distancias nos separan fisicamente, pero no emocionalmente. Todos sufrimos igual y amamos igual. Y no importa la religión, ni el color, ni a quién damos todo ese amor.
Viajar: porque te vuelve adicto a algo hermoso
Viajar es mi droga. Bastante cara, por cierto, pero de las más sanas. Me acuerdo ese primer post, llena de miedos, de inseguridades, de dudas.
Hoy, años después de esa despedida de Buenos Aires, todavía me encuentro en las palabras que escribí. Sigo teniendo esos miedos, sigo algo asustada ante cada nuevo destino, especialmente en aquellos donde no hablo el idioma, pero ahora es más adrenalina que terror.
Es a esa sensación a la que uno se vuelve adicto. Hoy, nada me produce esos nervios, esa ansiedad, esas mariposas en el estomago como viajar. Les juro que mientras escribo esto me sonrío, los ojos me brillan de la emoción, solo por pensar en mi próximo viaje.
Viajar: porque te enseña a valorar lo cotidiano
Una de las grandes maravillas de viajar, es volver a casa. A veces, una casa es solo un lugar fijo donde dejar las cosas por unas semanas o meses, donde descansar del trajín que conlleva viajar lento y constante. Pero otras veces, una casa es mucho más que eso, es un hogar.
Volver, después de un tiempo largo afuera, tiene un sabor especial. Me acuerdo de mi primer retorno a Buenos Aires, después de 6 meses de viajar. Llegué y vi que habían cambiado de lugar las paradas de los colectivos. Me dio mucha impresión darme cuenta de que la ciudad avanzaba sin mi.
La sensación más linda del retorno es el reencuentro. Volver a ver a tu familia, a tus amigos, a tus mascotas. Y, es en ese momento, cuando te das cuenta cómo te cambió el viaje.
Aprendés la importancia de la gente que queres recién cuando estás lejos de ellos. Porque ni todo el internet del mundo puede remplazar un abrazo de los viejos, un consejo de un hermano, un grito de algunas amigas desquiciadas.
De golpe, te das cuenta todo lo lindo que tiene vivir en un solo lugar por varios meses. Regar las plantas y verlas crecer. Que te saluden en el barrio. Ver pasar varias estaciones con el mismo paisaje de fondo. Los domingos en familia. Las juntadas con amigos de la infancia.
Viajar: porque te ayuda a entenderte
Somos muchos los que creemos que, en realidad, viajas para encontrarte a vos mismo. Me acuerdo esa primera semana en Portugal, cuando me embarqué en un viaje con desconocidos y terminé durmiendo una semana adentro de un auto.
En esa semana aprendí más cosas sobre mí de las que no había averiguado en años de vivir sola. No me volví loca por no poder bañarme durante una semana, no maté a nadie por pasar 5 días sin internet (sin contar a mi viejo, que casi muere de un infarto de preocupación), no me molestó convivir con desconocidos, ni cocinar en una cazuela un par de choclos.
El ser humano se adapta, y el que no se adapta pierde. Viajar te enseña lo genial que sos. Vivís en carne propia todos tus miedos y te das cuenta que nada es tan terrible y que todo se supera.
Me sorprendí de mi misma, me di cuenta que no soy una estúpida, ni una gastadora compulsiva. Aprendí a administrar mi plata para que me dure, aprendí que necesito muchísimo menos de lo que creía para ser feliz.
Viajar: porque siempre hay tiempo para arrepentirse
Siempre que dudo pienso en la frase de Mark Twain: “dentro de veinte años lamentarás más las cosas que no hiciste que las que hiciste“. No podría estar más de acuerdo.
Conocí lugares que no me gustaron, gente con la que me lleve mal, compré cosas para viajar que terminaron sin uso. Todo, desde lo más pequeño hasta lo más importante, me condujo a donde estoy ahora.
Así que no duden, compren ese pasaje, reserven ese hotel, confirmen para viajar solos o acompañados. Pero hagan ese viaje, anímense. Porque peor es preguntarse: ¿qué hubiese pasado si…?
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Sencillamente ¡Genial tu post !!!, puro sentimiento y sentido común
Gracias, papito lindo. El fruto no cae muy lejos del árbol 😉
Simplemente excelente, cuanto coraje y determinación
Muchas gracias, Alfonso.
Hola!! genail lo que haces, yo espero arrancar en Noviembre, tengo muchos mas años q vos, pero igual arranco, dejo laburo, hijo mayor… y tranca, sin tiempo, solo mi mochi y yo… gracias!
Perfecto!! Te felicito! Esa es la actitud, genia total!
Laura no está y está en mí. Aún estoy emocionada de tus bellas palabras, me atravesaron profundamente… fueron inyecciones de vida! Más que nunca, estoy deseosa de viajar. Gracias infinitamente! No te conozco (o sí) pero estás en mi ❤️
Hola, Mercedes. Es hermoso tu comentario, te agradezco que te hayas tomado el tiempo para leer la entrada y me pone super feliz saber que te incentivé a viajar. GRACIAS!!
Hola, te felicito, yo viajo todo lo que puedo, tengo más años que vos y viajo hasta con internet por todos los lugares !!
Hola Laura, soy peruana y me encuentro pasando una temporada en Brasil debo decir que me he identificado con muchas de tus reflexiones sobre las lecciones que nos deja estar fuera de casa. Un abrazo!
Gracias, Kathia! Que lindo Brasil, a seguir disfrutando!