Tres meses de viaje

“Everything passes. Nobody gets anything for keeps. And that’s how we’ve got to live.”

Haruki Murakami

Es un día soleado y hermoso en el sur de Alemania; ya se siente llegar el invierno a pesar de que recién empezó el otoño, la temperatura promedio es de 7 grados y la mayoría de los días oscilan entre nublado y lluvioso. Cada persona nueva que se me presenta me advierte que elegí la peor época para venir a Alemania. Yo respondo que vengo de un país donde en todas las estaciones sale el sol, no conozco de épocas de sol y épocas de lluvia, no se lo que es la nieve en la ciudad, y pocas veces salí a la calle con temperaturas bajo cero.

El otoño y el invierno parecen ser excusas válidas para no viajar. Las personas que conozco me prometen una ciudad mucho más linda con sol, mucho más amigable y menos lúgubre, sienten lastima por el clima que me tocó. Yo, con sol o sin sol, me siento una afortunada. No voy a negar que todo es más lindo bien iluminado, el sol trasmite una energía especial que pone alegría en la cara de la gente, pero la lluvia tiene su encanto y uno aprende a vivir con ella. El mundo no para por un poco de agua cayendo del cielo.

Estoy en la mitad del viaje planeado, no se aún si será realmente la mitad, pero se que pasaron 3 meses desde que llegué a Europa y que en otros 3 meses tengo mi pasaje de regreso a Buenos Aires. En este tiempo aprendí, descubrí y confirmé muchas cosas, algunas me las habían dicho y no las creí, otras me di cuenta solita. A continuación algunas pocas afirmaciones que  seguramente todos ya conozcan, y que servirán de poco, porque por mucho que uno opine, se aprende de la experiencia propia aunque ya haya sido advertido.

– El mito de la resolución mágica

Existe la creencia de que cuando uno viaja todos los problemas que uno tiene se resuelven, casi por iluminación divina uno ve claramente lo que quiere de la vida, ve la luz al final del túnel, descubre su verdadera vocación y hasta casi vislumbra a su futuro marido. Eso no pasa, y me lo digo a mi misma mucho, porque antes de viajar creía que no le pasaba a nadie pero que a mi si me iba a pasar. Los problemas que tenía antes siguen ahí y visitan cada ciudad conmigo, me hacen preguntas mientras me lavo los dientes en el baño de un hostel, me proponen planes cuando almuerzo a las corridas en cualquier bar de cualquier ciudad, y duermen en mi cama alemana, justo en el medio de mi novio y yo.

– Siempre más dudas que certezas

El viaje hace nos obliga a enfrentar los problemas que tenemos adelante. Acá no tenes otra solución, estas solo con vos mismo, si tenes miedos o dudas no podes salir corriendo, hay que resolver, hay que afrontar y planear. Viajando te das cuenta que a medida que pasa el tiempo sumas mas preguntas que respuestas; lo mismo que me preguntaba en cómodo departamento porteño, me lo pregunto acá y sumo más interrogantes y más posibles soluciones. Hay que aprender a no entrar en pánico, yo estoy trabajando en eso ahora mismo, es muy sencillo sentirse agobiado por todas estas cuestiones que aparecen, lo mejor es ser un poco racional y pensar con las herramientas concretas sobre la mesa.

Otoño en Brujas, Bélgica
Otoño en Brujas, Bélgica

– No todo es color de rosas

Claro que no! En estos tres meses tuve días en los que me desperté llorando sin saber porque, y hasta días en los que lloré porque no salía agua caliente de la ducha. Tuve momentos malos en los que extrañé con locura a mi familia y se que voy a seguir teniéndolos. Hay días increíbles en los que me siento completamente agradecida de lo que tengo y de lo que estoy viviendo, días que siento que el mundo es mío y que puedo hacer todo lo que quiero, días de euforia total donde todo es idílico y cada problema un reto. Pero hay que ser consciente, esos días tienen también su contratara de días tristes.

– Todos extrañamos

Yo no extraño a mi familia nunca, me decía antes del viaje. Que ilusa! Cuando vivía en Capital y mi madre y mi hermano vivían a casi 2 horas en colectivo de distancia los veía cada dos o tres semanas y no había problema con eso. Si no los veía por un mes no los extrañaba. Esta era para mí la prueba de que cuando viaje no iba a extrañar más de una vez por mes. Eso es mentira. Hay personas que extrañan más y otras que extrañan menos, pero absolutamente todos añoramos a la familia y a los amigos, y llegado un punto, añoramos hasta el contacto humano del subte en hora pico.

Las playas del sur portugues
Las playas del sur portugues

– Empezas a entender algunas cosas

Si bien nada es mágico, y todo es un proceso, muchas cosas se vuelven más claras y tenes una idea más concreta de lo que es importante, de lo que queres y de lo que te gustaría hacer de tu vida. No lo tenes completamente claro, no sabes como lo vas a lograr, pero empezas a delinear un plan, por lo menos ya es más claro lo que NO queres.

– Somos un grano de arena en el viento

Al viajar se tiene conciencia del lugar que uno ocupa en el mundo. Soy insignificante, soy una más de las millones de personas que ocupan el mundo, y soy igual y sirvo para lo mismo que cualquier otro. Viajar elimina muchas fronteras y borra prejuicios, un asiático, un americano o yo, somos todos parte de este hermoso lio; y probablemente la chica de India de 26 años que duerme en mi habitación del hostel, extrañe a su familia como yo, pero capaz no, y eso también es válido.

– La vida son dos días

Hoy esta, mañana no sabemos, quizás no. Cuando viajas te das cuenta que todo en algún momento va a terminar, nada es eterno. Tomas conciencia de lo importante que es vivir en el presento, porque eso es lo único que tenemos, la única certeza es que hoy estamos vivos, hoy tenemos planes y hacemos cosas y reímos y disfrutamos. Si pudiéramos pensar de esta manera más seguido tendríamos menos problemas y viviríamos más felices. Lástima que sea tan difícil.

Con mi primo en Murcia, luego de la corrida de cerdos
Con mi primo en Murcia, luego de la corrida de cerdos

– El viaje es interno

Esto es lo más importante y lo último que aprendí en estos tres meses. El cambio parte de uno y es para uno. Si vos eras un amargado en tu país, lo vas a seguir siendo donde sea que vayas, el problema no es el lugar, el problema es uno mismo, el problema no es la sociedad, ni el país, ni la persona que tenes al lado, hay que aprender a dominar los sentimientos como algo que nosotros mismos generamos, nadie nos impone sentir tristeza, nadie nos obliga. El cambio siempre esta en uno, y a pesar de que viajar da más perspectiva, este proceso se puede hacer sentado en la silla de la oficina sin problema alguno.

Empece a escribir esta mañana en Tubingen y termino este articulo en la cama de un hostel en Wurzburg, compartiendo mi habitación con una alemana, una china y una india. Así de diverso es el universo, y eso lo hace tan encantador que casi no me importa lo mal que huele la india.

Deci hola! Dale, animate!