Más Praga por favor

Me encanta viajar sola. Desde que empecé a hacerlo el año pasado no me arrepentí ni un solo momento y, al día de hoy, cuando tengo que compartir vacaciones con novio, familia o amigos, me siento un poco cautiva, extraño la libertad, la falta de explicaciones, los planes propios, hacer lo que me venga en gana básicamente. Sin embargo, después de andar por lugares donde no hablan mi lengua materna, lugares en los que no conozco la cultura, no comparto las costumbres, que me hacen sentir bien lejos de casa, un sentimiento que adoro pero que también me genera nostalgia, siempre es lindo encontrarse un argentino, o varios, o muchos, the more the merrier.

Una hermosa persona me dijo hace unos días que en estos diarios de viajes siempre hay realidades, realidades muy reales, nunca estoy del todo feliz, ni tampoco del todo triste. En mis notas más felices se ve un dejo de tristeza, y viceversa. Y así me gusta, así lo quiero. Porque uno es solo feliz en pequeños instantes, segundos, y en cuanto uno es consciente esa felicidad se evapora, porque con la conciencia de la felicidad también viene la conciencia de lo que falta.

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La vista desde alguno de los puentes

Perdón por el exabrupto del párrafo anterior, pero creo que viene al caso, porque cuando hoy miro hacía atrás y recuerdo Praga, fue sin duda uno de los destinos más felices. Siempre que me preguntan por los lugares que conocí recalco que la gente es uno de los factores más importantes para disfrutar. Tanto la compañía que uno lleva consigo como la que se hace por la ruta. Y así fue como termine rodeada de argentinos en Praga, creo que fue una especia de invasión sideral.

Después de viajar durante casi un año puedo confesar que tengo mañas, mañas viajeras, una de ellas es empezar cada ciudad haciendo un tour; normalmente, y si esta disponible, los hago con la empresa Sandeman, los guías son divertidos y dinámicos y en general nativos de España o algún país de habla hispana, lo cual le da otro dinamismo al grupo. Y así fue como me adentre en lo que los pobres guías de Praga habrán denominado el peor grupo de la historia. Una horda de argentinos enardecidos como si fueran a un viaje de egresados, eran adolescentes de más de 30 huyendo del hogar, eran personajes. Y yo. Y algún que otro argentino más perdido por ahí, cuestión que había en este grupo 3 españoles que daban pena. Y Tomás, el guía, que todavía esta tratando de contar cuantos éramos. Pobre.

La callejuela del oro
La callejuela del oro

Recorrí Praga todo el día rodeada de gente, quizás por eso guardo un recuerdo lindo, porque la felicidad solo es real cuando es compartida. Y si uno se rodea de gente feliz, bueno, el resultado es obvio. Pero vamos a lo que le interesa saber a la mayoría, vamos a hablar de Praga, que esto no es mi diario intimo, aunque cada vez se acerca más a un cuaderno de reflexiones privadas.

Praga es pequeña y bella. Se recorre fácil pero a pie, así que hay que estar listo para caminar mucho, de día y de noche. Es una ciudad que se aprovecha en cada paso, desde pequeñas casitas, donde vivo Mozart, donde vivo Kafka, hasta grandes construcciones como el reloj astronómico y la torre de la pólvora. Después de pasar 4 días en esa ciudad siento que conozco el centro con mucha facilidad, es fácil perderse pero también es lindo, porque cada esquina es distinta de la otra.

Si venis de viajar por Europa Occidental vas a amar los precios, es mucho más accesible que la mayoría de las otras capitales, pero también vas a amar la mística que envuelve la ciudad. Ubicada en el centro de Europa, República Checa es el país más ateo de la zona, el sentido de libertad espiritual que se maneja es inversamente proporcional a lo sociable que son los checos. Todavía resentidos por la etapa comunista es una sociedad cerrada y donde habitan muchos extranjeros a los cuales les cuesta un poco adaptarse y sentirse parte.

Veo un puente. Veo candados.
Veo un puente. Veo candados.

De las cosas más fuera de lo común que hice fue ir a la capilla de Kutna Hora, una excursion de casi un día que es interesante pero que no repetiría, y si alguien me pregunta si es necesaria probablemente diría que no. A pesar de eso la disfrute, pero por la compañía, nuevamente me tope con la misma manada de impresentables argentinos a quienes por respeto no voy a nombrar. Pero gracias, gracias por dejarme unirme a las risas y a los chistes.

Este post estuvo a punto de tener otro titulo, pero no quería agrandar egos. Solo recomendar, que a veces, un argentino puede cambiar tu viaje, para mejor quizás para peor, pero seguro para reír. Porque no hay complicidad mejor que la que se logra con un compatriota.

Deci hola! Dale, animate!