Ideas para días grises

Volví a Hamburg el lunes pasado luego de haber estado una semana dando vueltas por Alemania, y desde que llegué que no veo el sol. Acá los días no tienen nubes, no son nublados, no se ven esas nubes blancas que parecen algodones o colas de conejos, acá los días son grises, el cielo parece una capa turbia donde no se distinguen las nubes, donde uno no puede ni saber donde esta el sol, y es un milagro que haya luz natural en las veredas.

Estos son mis últimos días en Alemania por varias semanas, mañana vuelvo a España por un tiempo y luego parto rumbo a Francia; y si bien me gustaría despedirme momentáneamente de este hermoso país de una manera más festiva, decidí pasar gran parte de esta última semana en la cama, y no me arrepiento, disfruté un montón de cosas entre mullidos almohadones y cálidas sábanas, y también salí un poquito afuera.

Una de las experiencias mas hermosas que viví en estos días fue ir al Hamburger Kunsthalle, el museo de artes de esta ciudad, y contemplar una de mis obras de arte favoritas: Wanderer above the Sea of Fog, del artista alemán Caspar Friedrich. Cuando llegué a Hamburg no tenía idea de que esta pieza se encontraba en la ciudad, y cuando finalmente pude verla personalmente, luego de haberla estudiado en la universidad, no pude contener la emoción. Y es imposible expresarlo con palabras, porque solo alguien que tiene la capacidad de emocionarse ante la inmensidad de lo ajeno, de lo que no es propio, sería capaz de entenderlo sin explicación alguna.

Las playas uruguayas, mis favoritas.
Las playas uruguayas, mis favoritas.

Leí mucho estos días, aunque no tanto como me hubiera gustado, desde que salí de Buenos Aires que estoy luchando para terminar En el camino, del viajero americano Jack Kerouac. Jamás pensé que me iba a dar tanto trabajo, sobretodo considerando que se trata de las historias verídicas del autor, con demás amigos de su generación, recorriendo Estados Unidos en auto y con nada de dinero. Pensé que iba a generar empatía con el protagonista y que lo iba a terminar en dos semanas, pero todo lo contrario. Tanto Sal como Dean me parecen dos idiotas, con algunas ideas interesantes pero con nada de respeto hacía el prójimo, viven la vida en un estado de excitación desmedida e irreal. Extraño leer a Fitzgerald y Hemingway en momentos como este, ellos son de lo mejor de la literatura americana.

Fui al teatro en alemán, no se como me vi arrastrada a ver El jardín de los cerezos de Antón Chéjov en este extraño idioma. Es una obra rusa bastante complicada de ver en español de por si, imaginense en otro idioma donde no entendemos nada. Ahora piensen que fue además una producción independiente, donde todos los papeles eran interpretados por mujeres, no había hombres en escena inclusive habiendo papeles masculinos; sumen también el hecho de que  no había decorado alguno, todo ocurría en una misma sala que tenía el piso cubierto de pétalos de cerezos; y además no supe que obra era hasta terminada la misma. Cuando terminó la puesta yo estaba convencida de que había presenciado un drama lésbico generacional, y para mi sorpresa mi idea de lo que había ocurrido era aún más divertida que la obra real.

Comí. Comí como si fueran mis últimos días de vida. Desayuné, almorcé y cené casero. Cociné mucho y me cocinaron rico. Aproveché para mimarme, para relajarme y para no hacer nada. Pasé horas en la cama mirando películas, leyendo otros blogs de viaje, hablando con amigos y con familia. Me pinté las uñas, lavé mi ropa, me preparé psicológicamente para volver a la ruta cargada de pilas y entusiasmo. Hoy es mi último día de esta comodidad, mañana otra vez parto a la aventura. Y tengo adentro mío esa mezcla de felicidad y nostalgia, porque una de las cosas más hermosas de irse, es volver.

Deci hola! Dale, animate!